miércoles, 17 de marzo de 2010

Análisis a vuelo de pajaro sobre la educación venezolana (en ocasión del comienzo de mi último semestre).


Concibiendo el hecho educativo como parte de nuestra realidad porque cuenta con un cuerpo de conocimiento que lo sustenta y porque se enmarca en un espacio y tiempo definidos, la educación venezolana ha pretendido plegarse a las realidades exigidas por el contexto post industrial en el cual estamos inmersos. A mi juicio, los intentos por contemplar en nuestras leyes una visión de educación más holística han sido fructíferos mas es en la práctica donde no se han trasladado tales pretensiones.

El sistema educativo en nuestro país continúa apegado a estructuras físicas y de contenido obsoletos, no sólo por el corpus del cual emanan las directrices para el sistema, sino por la resistencia al cambio que persiste en muchos de nuestros educadores. No es raro ver como el ejercicio del docente está subestimado pero tampoco resulta extraño ver cómo la docencia le ha impuesto límites a su actividad, ejemplo de ello es que no se cuenta con ese sentido de interdisciplinariedad. Los profesores (en todos los grados de formación) parecen estar sujetos sólo al área que les atañe. Para conocer la raíz de este problema es necesario penetrar mucho más la fibra del tejido legal que sustenta el sistema educativo venezolano y los incentivos de orden económico para el docente. Hace falta considerar los factores correspondientes a su formación como ciudadanos.

Partiendo de las direcciones de heterogeneidad (desde afuera) y de autoeducación (desde dentro) donde uno está ligado al otro, pareciese que uno se está imponiendo. Ese deseo individual de ir más allá de lo ofrecido por un tercero, está quedándose corto e impactando innegablemente sobre los futuros educadores de nuestro país. Esos que tienen la responsabilidad de afrontar nuevas tareas.

La influencia del medio como factor complementario del acto educativo es también un elemento clave a considerar si deseamos revisar la situación actual de quienes aspiran a formar parte de un profesorado. Si las condiciones de exigencia hacia los aspirantes por parte de sus docentes y de ellos hacia sí mismos no son suficientes como para permitirles una formación que tienda hacia el perfeccionamiento como individuos y como partes de un colectivo, es claro que la calidad de las próximas generaciones de docentes irá mermando nuestras expectativas de acceder a una formación realmente INTEGRAL.